¿Que pensaríais si os dijese que comienza
a atisbarse algo de realidad científica en las historias de vampiros con las
que nos aterrorizaban de pequeños? Llevo unos días planteándome como ilustrar
de un modo sencillo y recreativo la manifestación de un logro científico
ciertamente importante. Es en la sección de ciencia del ‘New York Times’ donde
un titular llama poderosamente mi atención “Young blood may hold key to
reversing aging”. Y es que la relación de la sangre como un jarabe
rejuvenecedor automáticamente nos remite a una imagen vampírica.
Asistimos a un repunte del interés sobre
este tipo de criaturas novelescas. Van Helsing, Crepúsculo, Blade, Underworld,
etc. Probablemente habréis visto más de una película o leído algún libro en el
que una figura vampírica constituye el eje fundamental de la narrativa. De
hecho, un vampiro no es más que una criatura fantástica que se alimenta de la
esencia de otros seres vivos a través de su sangre. ¿Que pasaría si os dijese
que esto tiene una corroborada base científica?. En el citado artículo (http://www.nytimes.com/2014/05/05/science/young-blood-may-hold-key-to-reversing-aging.html?_r=0)
se nos pone en antecedentes de la investigación sobre el efecto que la sangre
de un individuo joven tiene sobre el organismo de uno anciano (o viejo, a
gusto).
La revelación de un elixir de la eterna
juventud constituye un sempiterno anhelo humano. A mediados del siglo pasado,
comenzaron los primeros pasos de una vía hacia la larga vida. En esta época, de
un modo un tanto sádico, se unían quirúrgicamente ratones por parejas
(joven-adulto) para observar la evolución de ambos individuos. La unión
estimulaba el crecimiento de vasos sanguíneos, hasta asociar ambos sistemas
circulatorios, que trabajaban como si de uno solo se tratase. La sangre fluye
de joven a adulto y viceversa, sin restricción. La disección de estas criaturas
revelaba un rejuvenecimiento parcial de tejidos musculares en individuos
adultos expuestos a sangre joven. Pero ¿que provocaba esta mejoría tisular?
No es hasta bien entrada la década de los
70 cuando se define la actividad de las células madre y se relaciona con los
experimentos “frankestinianos” con ratones. Sin embargo, el envejecimiento en
estos tejidos musculares, se ha demostrado no esta provocado en exclusiva por
la muerte de células madre, si no por la inoperancia de estas en individuos de
edad avanzada. En definitiva, no reciben las señales adecuadas para generar
otras nuevas allí donde se las necesite.
Por tanto, ¿que pasaría con las células madre de un individuo de avanzada edad cuando se encuentran bañadas por plasma de un individuo joven? Pues bien, existe una proteína (GDF11) abundante en el plasma sanguíneo y muy escasa en individuos de avanzada edad, cuya actividad se ha relacionado con el rejuvenecimiento de tejidos cardíacos. A pesar de que descubrir esta proteína supuso una revolución, era necesario continuar elucidando si el comportamiento a nivel cerebral de esta proteína era el mismo. En efecto, estimula el crecimiento neuronal y espolea la irrigación en regiones cerebrales relacionadas con la memoria, aunque con una capacidad mucho menor a la del plasma sanguíneo completo de un individuo joven.
Por lo tanto, sabemos de las capacidades
regenerativas de la sangre joven en individuos de avanzada edad a nivel
muscular y cerebral, pero seguimos sin aclarar por completo su mecanismo. Y
este mecanismo, lejos de ser secundario, se considera una prioridad ya que la
multiplicación descontrolada de células madre estimulada por la presencia de
plasma joven puede implicar el rebrote de la incidencia de determinados tipos
de cáncer. Esto de la ciencia no se supone tan sencillo como en las películas,
y tendremos que dejar lo de morder cuellos de bellas jóvenes de nacarada tez en
pos del elixir de la eterna juventud, para otro momento.
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