El pasado fin de semana
se disputó la XV edición de la por todos conocida Media Maratón Vigo-Baiona. En
esta edición 2014, más de 5000 inscritos tomaron la salida en Samil para
afrontar los 21km que separan el arenal vigués de la villa de Baiona. En mi
opinión, el éxito de esta prueba radica en un espectacular circuito y en un
carácter popular que invita a los participantes a disfrutar. Al no estar bajo
el paraguas de la Federación Gallega de Atletismo, la presencia de los “élite”
se vio mermada pero el espíritu de la prueba quedó intacto.
De todos modos, no
pretendo disertar sobre la prueba ni mi condición física. Hubo un aspecto en mi
participación que me ha llamado poderosamente la atención. La inconsciencia de
la naturaleza humana.
El lunes, rodando con un
compañero de fatigas le comentaba que nunca había visto tantos “walking dead”,
y defino. Denomino “walking dead” a esos especímenes que véase por fatiga
extrema o por otro motivo físico, caminan carentes de equilibrio o rumbo en
algún momento de la prueba. Curiosamente esta situación no afecta a los “élite”
que son los que a más esfuerzo someten a su cuerpo, ya que ellos están
entrenados. Tampoco ocurre en los populares habituales. Podría decirse que el
estereotipo de afectado por esta “infección” es un varón, de mediana edad y
poco entrenado. Se ven en el asfalto y el espíritu de Haile Gebreselassie los
posee y sus ritmos de paso por km coquetean con los 4 min/km pelaos, sin
prácticamente haber entrenado la prueba. En el mejor de los casos llegan al
final de la prueba absolutamente destrozados y sufrirán una semana de dolores
inhumanos. En el peor de los casos un susto les hará pasar un mal rato en lo
que podría haber sido un fantástico y deportivo domingo.
Por todo esto, suplico a
la gente que disfrute de las carreras. Que se inmiscuya en ellas e interaccione
con el resto de participantes. Que se deje llevar por la magia de millares de
personas con ganas de compartir metros y kilómetros. Si le gusta, que entrene.
Que entrene duro, durísimo si quiere y puede. Es a partir de ahí cuando
entenderé que el espíritu competitivo les lleve a mejorar, y en vez de
disfrutar del paisaje disfruten de los ritmos que marca su reloj cada km.
Cada uno a su modo, pero
nunca dejéis de disfrutar, porque la magia del deporte reside en su capacidad
de hacernos disfrutar del sufrimiento.
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