miércoles, 9 de abril de 2014

El pasado fin de semana se disputó la XV edición de la por todos conocida Media Maratón Vigo-Baiona. En esta edición 2014, más de 5000 inscritos tomaron la salida en Samil para afrontar los 21km que separan el arenal vigués de la villa de Baiona. En mi opinión, el éxito de esta prueba radica en un espectacular circuito y en un carácter popular que invita a los participantes a disfrutar. Al no estar bajo el paraguas de la Federación Gallega de Atletismo, la presencia de los “élite” se vio mermada pero el espíritu de la prueba quedó intacto.


Mis piernas este año llevan mucho km encima y todavía sigo arrastrando un cansancio sistemático desde el Maratón de Sevilla, por no saber descansar. A pesar de ello me voy contento con mi 1h 36min, ya que la prueba tampoco es dada a hacer MMPs.

De todos modos, no pretendo disertar sobre la prueba ni mi condición física. Hubo un aspecto en mi participación que me ha llamado poderosamente la atención. La inconsciencia de la naturaleza humana.

El lunes, rodando con un compañero de fatigas le comentaba que nunca había visto tantos “walking dead”, y defino. Denomino “walking dead” a esos especímenes que véase por fatiga extrema o por otro motivo físico, caminan carentes de equilibrio o rumbo en algún momento de la prueba. Curiosamente esta situación no afecta a los “élite” que son los que a más esfuerzo someten a su cuerpo, ya que ellos están entrenados. Tampoco ocurre en los populares habituales. Podría decirse que el estereotipo de afectado por esta “infección” es un varón, de mediana edad y poco entrenado. Se ven en el asfalto y el espíritu de Haile Gebreselassie los posee y sus ritmos de paso por km coquetean con los 4 min/km pelaos, sin prácticamente haber entrenado la prueba. En el mejor de los casos llegan al final de la prueba absolutamente destrozados y sufrirán una semana de dolores inhumanos. En el peor de los casos un susto les hará pasar un mal rato en lo que podría haber sido un fantástico y deportivo domingo.

Por todo esto, suplico a la gente que disfrute de las carreras. Que se inmiscuya en ellas e interaccione con el resto de participantes. Que se deje llevar por la magia de millares de personas con ganas de compartir metros y kilómetros. Si le gusta, que entrene. Que entrene duro, durísimo si quiere y puede. Es a partir de ahí cuando entenderé que el espíritu competitivo les lleve a mejorar, y en vez de disfrutar del paisaje disfruten de los ritmos que marca su reloj cada km.

Cada uno a su modo, pero nunca dejéis de disfrutar, porque la magia del deporte reside en su capacidad de hacernos disfrutar del sufrimiento.

Salud y kms.


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