martes, 27 de mayo de 2014


Un par de días después de escrutinios y en plena vorágine de análisis políticos y sociológicos, pero ya con una cierta perspectiva sosegada y racional de la situación. Mi identidad 2.0 es apolítica, y así va a seguir siendo. No voy a realizar una reflexión política, colorista y poco objetiva. Mi idea es dirigir estas líneas hacia un pequeño juicio de la situación periodística que domina nuestras horas. Y es que cada período electoral sirve para ratificar la sistemática falta de objetividad en los medios de comunicación


No soy un experto en el tema, nada más lejos. De hecho desconozco el modo en el que los hilos del poder promueven una organización periodística determinada. Pero soy uno de esos individuos que gustan de contrastar la información. Llámame loco. Recomendable ejercicio para aquellas mentes inquietas que buscan un como y/o un porqué.

Sigamos una secuencia lógica. Sabemos que los medios de comunicación están dirigidos por personas. Toda persona posee sus ideales. Por lo tanto, existe un riesgo importante de orientar estos medios de comunicación al acomodo de la ideología de las personas que lo dirigen. O incluso, arrimarse al sol que más calienta en búsqueda de ‘favores’. Esto puede conducir a una falta de objetividad predeterminada, y a que el índice de confianza que suscita un medio presente como variable fundamental la orientación socio-política del usuario/lector/televidente.

Casi siempre nos consolamos con que en el resto del mundo no están mejor que nosotros. Y esto es cierto según con quien nos comparemos. Existen varios casos de censuras subyacentes tras una aparente libertad de expresión (Cuba, Rusia, Venezuela, etc). En estos casos, lo injustificable no es la falta de objetividad de los medio, si no la dictadura informativa existente. Pero ¿y en nuestro país? Somos una sociedad que se auto-considera desarrollada, pero una sociedad realmente avanzada no se conformaría con unos medios de comunicación ciertamente partidistas. Cada resaca de jornada electoral asistimos a un ejercicio poco ejemplar de como informar. Repito, mi humilde opinión. Está claro que deben existir medios de todos los colores, pero debieran relegar ese partidismo a su sección de opinión. Para mí existe un principio inquebrantable. La veracidad. Falta ética y credibilidad. En la actualidad todos somos conocedores de numerosos juicios sociales y legales a medios de comunicación precisamente por esta falta de veracidad. Unos por negar y los otros por exceder. Y es que ya decía mi madre que en el equilibrio está la virtud.

Cada cual tiene su película y se afana en venderla de un modo radical para llegar a cuanto más público mejor (siempre dentro de su sector amigo). Muchos son discursos vacíos de contenido, como los que muchos políticos promueven. Las portadas son las que venden, y normalmente están dirigidas a un público particular. No interesa llegar a otros sectores de la sociedad que no comulguen con la línea editorial marcada. En definitiva. Nos consideran algún tipo de plastilina, con esa ductilidad ideológica propia de una sociedad hastiada y lobotomizada por sus titulares, vídeos y artículos de opinión.


Lo que para unos es un fracaso para otros es un éxito. Pedimos políticos honestos, y deberíamos luchar además por medios de comunicación más moderados y racionales. Lo que debería ser un mero medio de transporte de la información, se parece más a un cartelón propagandístico donde solo se da cabida a los profesionales afiliados o acólitos a dicho medio. Una prensa libre es sinónimo de una sociedad madura e interesada por lo que realmente ocurre, y considero un paso fundamental para establecer las bases de un estado avanzado e inteligente. 

Dicho esto, todavía existen reductos morales y objetivos. No muchos pero respetados por todos. 

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