sábado, 26 de abril de 2014

He de confesar que no estoy al tanto de 'onomásticas’ científicas, pero por señalado me ha sido imposible no recordar (o ser recordado) que esta semana se celebra el aniversario del descubrimiento de la estructura secundaria del ADN. Y matizo bien, secundaria. No voy a predicar acerca de la importancia de tal hallazgo ni dar un sermón semi-científico sobre la trascendental resolución de la estructura del ADN. No es mi intención, ni me considero competente para tal hecho. Pero he leído durante esta semana algunos aspectos relacionados con dicho acontecimiento que me han suscitado una importante curiosidad. Me gustaría compartirlo con vosotros, de un modo sencillo y espero entretenido.


La publicación el 25 de Abril de 1953 en la afamada revista científica ‘Nature’ de un artículo titulado ‘A Structure for Deoxyribose Nucleic Acid’ constituyó revolución y polémica a partes iguales (mira, algo que conservamos de nuestros abuelos). Los autores, los ya eternos Watson y Crick que todos los de mi generación conocemos por nuestros libros de biología. Como todos sabéis (y si no, deberíais revisar vuestros manuales de ‘Conocimiento del medio’) la doble hélice viene a explicar donde y como se conservan en forma de secuencia los genes (apareamiento de bases nitrogenadas entre las cadenas de polinucleótidos), implicados en la síntesis de proteínas, regulación de reacciones químicas celulares y por tanto gobernantes de todo lo que ocurre a mayor escala en todo ser vivo.


Pero STOP. Vamos a por lo interesante, una historia de robos científicos, competencias mortales y fama. Bueno, quizás no tanto pero tengo que convenceros de que merece la pena seguir leyendo.


Lo de los genes, se conocía ya desde el siglo anterior, cuando Mendel y su famosos guisantes postulaban la existencia de estos paquetes hereditarios. Desde entonces, experimentos genéticos con animales, plantas y microorganismos. Algo que hoy día constituiría un dilema moral, fue imprescindible para todo lo que después sobrevino. Desde Mendel, se había pensado que los genes estaban compuestos de proteínas, pero NO. Un bioquímico alemán (Friedrich Miescher) y un médico canadiense (Oswald Avery) desconocidos para el grueso público, fueron quienes pusieron los primeros cimientos. El primero descubrió la macromolécula más famosa del mundo, el ácido desoxirribonucleico (sí, ese que tanto nos empeñábamos en pronunciar adecuadamente cuando nos lo enseñaban por primera vez). El segundo, comprobó que los genes, estaban compuestos precisamente de esta biomolécula.




Bien, a estas alturas de la historia sabemos; existen unos paquetes denominados genes y están compuestos por ácido desoxirribonucleico. ¿Que más podemos saber?. Claro, ¿Que estructura tiene todo esto del ADN? Después de todo una molécula tan importante, tendrá que tener una muy compleja estructura para formar organismos tan complejos y completos como una bacteria o un elefante, sin olvidarnos de nosotros mismos.


Por entonces, Watson y Crick decidieron recurrir a los estudios de difracción de Rayos X (sí, esos con los que se ve solo el esqueleto) para estudiar cual era la estructura molecular del ADN, antes de aventurarse a proponer una estructura espacial. En 1951 ya se conocía incluso que el ADN estaba formado por una columna de grupos fosfato y unidades de ribosa de la que sobresalen las bases púricas y pirimidínicas. Pensaban que la información genética estaba relacionada con la secuencia de estas bases, pero no sabían ni como, ni cuantas cadenas formaban una molécula de ADN.

Y aparece la figura del mejor químico del mundo y para muchos de la historia, Linus Pauling, autor de una teoría del enlace químico absolutamente alucinante para la época. Estos genios destacaban por simplificar las cosas, y nuestro amigo Linus empleando unas simples bolas y unas varillas se saco de la manga la estructura primaria del ADN, la hélice alfa. Considerando lo que el genio de la química proponía, Watson y Crick intentaron establecer una correspondencia entre dicha hélice alfa y los datos de difracción de rayos X que ellos habían obtenido. Bueno, como todo lo empírico, ensayo - error. Sus primeros modelos proponían tres hélices, pero fueron rápidamente rechazados por Wilkins y Franklin (cristalógrafo y cristalografa del Laboratorio de Cavendish en Londres). Basándose en las investigaciones de estos amantes de los cristales, nuestros amigos Watson y Crick lo vieron claro. Observaron manchas en forma de cruz en los patrones de difracción, lo que para ellos era una muestra inequívoca de una estructura helicoidal. Cuando Crick y Watson la observaron por primera vez, pensaron, entusiasmados que “una estructura tan bonita tenía, por fuerza, que existir”.


Y así fue. Quedaban todavía cuestiones que resolver (apareamiento entre bases de las hélices, distancia entre ‘escalones’, etc) pero la molécula más bonita del mundo, había sido descubierta. Era 1953, y desde entonces... (Continuará).

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